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martes, 20 de octubre de 2015

Página 505.

Cogí aire y miré a mí al rededor. Sola.
Bien, porque me gustaba estar sola.
Mal, porque si necesitaba ayuda no habría nadie que viniese dentro del agua. 
Una bandera roja descansaba en el centro de la arena recomendando a la gente que no se metiese en el mar. 
No tenía tiempo. Puede que el llavero ya estuviese entre rocas, paseando con las olas, incluso cubierto por la arena. 
Mordí mi labio inferior sabiendo que mis heridas serían abiertas de nuevo si decidía entrar el agua. A no más de diez metros comenzaba los arrecifes y las rocas punzantes. Pero necesitaba hacerlo.
Porque puede que fuese la mayor gilipollez del mundo, porque puede que aún fuese peor dejar caer el llavero. 
Porque puede que todo esté mal en mí. 
Se acababa el tiempo, tic-tac, tic-tac .
-Ahora o nunca- me susurré para mis adentros. 
El agua lucía triste, cómo yo. Me quité los zapatos de ayudándome con el otro pie, guardé los calcetines blancos, y abrí el botón de mi pantalón vaquero para tirarlo a altura de mi bolso. Me importaba una mierda que estuviese en ropa interior, ¿cuál es la diferencia entre bragas y bikini?. 
Sentí el frío viento azotar mis piernas y temblé. Al fin y al cabo estábamos en enero. 

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