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martes, 20 de octubre de 2015

Página 509.

Mi cerebro obligaba a mi cuerpo a andar. Pero mi cuerpo se rindió. Mi pie cedió, por completo, como era normal. Caí de cara sin poder ponerme en pie. 
- ¿Así que te gusta jugar?- grité al cielo- ¿Así que quieres que me arrastre, eh?- escupí agua y llevé mi brazo hacia delante de mi cabeza, primero uno, luego otro. 
Me estaba arrastrando. Por una roca acabada totalmente en punta. Estaba rasgando mi piel a niveles que no son normales. Estaba rasgando mi cara. Mi estómago, mi pecho, mi garganta, mis piernas, y sobre todo mi barbilla. 
Me impulsaba con los pies yendo a la velocidad de un caracol pero sin perder de vista a la pared del acantilado. 
Las rocas cesaron así como así caí al vacío. Agua. Profundidad. Agua. Respiré al sentir que nada más me hería y sólo flotaba. 
Moví mis brazos para no ahogarme y metí la cabeza debajo del agua para ver cómo estaba el terreno. 
Tal vez había dos metros, y luego la roca volvía a aparecer. Era suficiente, sí, lo era.  Nadé despacio sin poder mover una de mis piernas mientras la corriente me ayudaba un poco.
Estaba dirigiéndome directamente hacia la rompiente de unas olas. Era normal que la corriente estuviese de mi parte. Lo malo sería intentar salir después. 
No sé cuánto tiempo tardé, pero entré despacio y cómo pude a la brecha que separaba ligeramente el mar de la piedra maciza y sostuve mi peso con un brazo para que las olas no me hicieran salir despedida y golpearme directamente. Estaba sangrando, y mucho. 

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