—Si estás nerviosa lo único que puedes hacer
es que todo salga aún peor — dijo Sam mirándome de frente para luego llamar al
timbre y esperar a que se abriese la puerta, extendió una gran sonrisa y abrió
su madre.
Tenían
rasgos similares pero no sería capaz de identificar que fuese su madre si no me
lo confirmasen del todo —Debes ser Nina , ¿no? — asentí poco convencida
intentando mostrar una sonrisa — Pasad,
pasad — abrió más la puerta para dejarnos entrar a la primera habitación que conectaba
con unas escaleras — Sam — sonrió besando a su hijo y abrazándole mientras Sam
le correspondía y yo miraba inquieta al suelo
— Querida — Besó mis mejillas y me puse roja, su padre rodeó el hombro
sobreprotectoramente a su mujer y me ofreció la mano que estreché sin mucha
confianza. — Estos son sus hermanos — dijo andando para que pasase a la
siguiente sala mientras una chica y un chico me saludaban con un suave
movimiento de muñeca y yo imitaba su leve gesto. —Podéis sentaros, en nada
estará lista la cena— nos señaló a una mesa familiar que estaba depositada inteligentemente
en el centro del salón.
—¿Puedo
ayudarte en algo? — dije siendo considerada.
Ella sonrió
—Sí, puedes ir sacando las copas del armario de allí — señaló y desvié mi
mirada al gran objeto de madera, cristal, peligraba en mis manos —Voy a
controlar el horno — dijo desapareciendo y la sala quedándose en completo
silencio. Me dirigí al armario y presté la máxima atención y cuidado a coger,
por lo que veía ahora, 6 copas y preocupándome por sacar una más por si acaso,
las coloqué estratégicamente en la mesa y me senté en la silla de al lado que
estaba reservando para mí Sam, le levanté los pliegues de la camisa hasta los
codos con miedo de que pudiese estropear su cara, blanca e impoluta prenda. Y
más estando cerca de mí. Su padre se limitó a ver la televisión y sus hermanos
a hablar entre sí, hasta que llegó, lo que parecía ser la novia de su hermano
mayor. La madre de Sam salió de la cocina y se acercó a la mesa con cuidado
manteniendo una bandeja entre dos paños al tanto de no quemarse. La colocó en
el centro de la mesa —Espero que a nuestras invitadas les guste el pollo a la
Kiev — sonrió y yo asentí en señal de agradecimiento apretando los labios —Oh
vaya por dios — se limpió ambas manos en un paño que tenía enganchado a su
cintura —Se me olvidó poner copa para ti — dijo golpeándose la frente y dándose
media vuelta.
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