Bajé del autobús,
el cielo seguía nublado, y seguía lloviendo, pero no tan fuerte como antes,
realmente no me importó hundir las zapatillas nuevas en los charcos, tenía un
sitio en mente dónde ir y no me pararía ni el mismísimo rey.
Coloqué mi
mochila negra a mi espalda y caminé sólo por las calles hasta ver mi lugar, la
playa, el agua estaba peligrosamente apetecible para entrar y cabalgar algunas
olas. Me hubiese gustado tener la tabla encima, sin duda hubiese entrado como
loca y única persona al agua.
Salté el
muro y golpeé con mis pies la arena, me quité los zapatos para sentir la arena
helada y mojada en mis pies, ni si quiera me di oportunidad de retroceder y
caminé hasta la orilla dónde grandes olas me salpicaban, era entretenido no
poder controlar mi cabello, que desaparecería y volvía aparecer con el viento,
mis pantalones pesaban al menos un kilo más, el agua calaba en mis huesos y mi
bello lucía de punta, algunas personas dentro de los bares me miraban detrás de
los ventanales y comentaban cosas entre ellos. Tal vez estaban diciendo que me
faltaba un tornillo. Que estaba loca de remate. Tal vez que estaba borracha.
Incluso que me quería suicidar...algo que no era totalmente incierto.
Caminé más
rápido con mis manos metidas en los bolsillos de mi chaqueta vaquera hasta
llegar a las rocas que ocultaban al otro lado una apartada playa poco conocida
y visitada, debido a que estaba llena de piedras, salí de la arena y de un
salto subí a la primera roca, que rasgó con sus puntas afiladas la planta de mi
pie -Mierda- susurré y miré mi pie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario