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sábado, 17 de octubre de 2015

Capítulo Treinta y Siete. 17 días . Página 440.

Han pasado dos semanas. Dos significativas semanas en las que no había sabido absolutamente nada de Edgar, ni su paradero, ni su estado, ni su voz. Dos semanas desde que había entrado en el hospital y cuatro desde que lo nuestro cayó en picado, sin frenos, marcha atrás, sin cadenas, de culo, en la pendiente más grande del mundo, con nieve y viento de por medio. Dos semanas desde que no podía fingir que me encantaba ser su amiga, cuatro desde las que no le podía besar con toda tranquilidad.
Le he echado de menos, estas dos semanas le he echado mucho de menos, he intentado concentrarme en algunas otras actividades pero una parte de mi cerebro, claramente la masoquista y estúpida, no me ha permitido estar más de cinco minutos sin pensar en el cómo estará, o en el cómo se encontrará. He adelantado tarea, he estudiado libros que incluso no pertenecen a este año si no al que viene, he investigado música nueva, he realizado trabajos que están previsto para finales de curso, y aún me faltas, aún me faltas tú.
Hundí la cabeza en mis codos aún más para seguir leyendo el libro sobre la historia de américa y los derechos contra el racismo mientras apuntaba cosas importantes en mi libreta de al lado y constataba la información en mi portátil, la biblioteca se encontraba en silencio, apenas se escuchaba la ligera lluvia a fuera y a la bibliotecaria hacer su pequeño camino con el carrito. Había venido a la biblioteca del centro, porque tenía mucha más información para estar completamente segura, aparte de eso tenía muchas menos posibilidades de encontrarme con alguien conocido en ella, eso implicaba mayor y mejor estudio, pero lo de la información era una excusa, una excusa para mí misma, para parecer menos estúpida ante mí misma respecto a mis actos y mis ideas. 

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