—¿A qué juego? —preguntó
con dudas.
—No sé — dije despacio — Quiero
armas y quiero disparar —soltó una risa
sincera —Sangre, apuntar, matar a todo lo que tenga pulso — le miré
sonriente y asintió.
—Estás mal de la cabeza — me dijo
riendo y me mostró un juego — ¿Call of duty?— preguntó— Te aseguro
que si pongo el modo online te inflas a matar, tienes armas de todo tipo —asentí de
forma firme sonriendo.
—Ese, ese, quiero sangre — le
aseguré. Metió el disco y empezó a cargar, cogí uno de los mandos y esperé
impaciente —¿Cómo se maneja?— me miró
sonriendo.
—Si ves a alguien sólo da a todos los botones,
puede que le mates —reí— Ahora aprenderás.
Era un
desastre, un completo desastre, me habían matado más de 12 veces y yo ni si
quiera me había acercado a ninguno. Bueno, técnicamente sí, me acercaba a ellos
como si les fuese a dar un abrazo y ellos me acuchillaban sin piedad. Lancé
granadas que a la única que me mataban era a mí. Cuando todo el mundo se dio
cuenta de que era un blanco fácil iban a por mí para conseguir puntos, les
perseguía enfadada sin lograr nada, pero me estaba ayudando a sacar toda la rabia
que tenía acumulada.
Soñó la
puerta y Ercole paró el juego, los dos chicos salieron y mi hermano abrió
entrando con dos pizzas familiares.
—No sabíamos que nos querías tanto — se acercó
uno a abrir la tapa de cartón y le pegó un manotazo.
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