—Ninguna ha dormido antes aquí— sonreí y
llevé mi mano a la suya ahuecando mi mejilla en la palma de su mano. La envolví
con dos de las mías para acariciarla con los pulgares y luego otorgarle un beso
en el dorso. Me miró con ternura.
Olía bien,
probablemente se habría dado una ducha antes de meterse en la cama de nuevo. Di
por cierta mi suposición cuando me abrazó alcancé a poner mi nariz en su pelo. Olía
a algo peculiar, coco tal vez, un olor bastante agradable.
—Puedes llamarme cuando quieras, ¿sí?— asentí y
me acompañó a la cocina. Vertí leche en un cuenco y dos puñados de cereales
mientras él se cambiaba en su habitación. Los dos compañeros de piso de mi
hermano también vagaban por ahí, con una relación menos tensa que la del
principio hacia mi persona.
Antes de
que terminase mi desayuno, con más apariencia de comida mi hermano salió con
unos levis apretados, una camiseta de
manga corta verde también apretada y una cazadora de cuero marrón que le hacía
total justicia. Cogió las llaves y abrió la puerta.
—Bien vámonos — me despedí
de mi desayuno y mantuvo la puerta abierta para mí.
—Vuelve pronto si te encuentras mal, cuando
quieras — me di la vuelta y sonreí genuinamente.
—Sí, nos encanta que nos cuentes historias penosas
sobre tu hermano —rio felizmente y Ercole gruñó.
—Un placer conoceros —dije a la
vez a los dos —En cuanto pueda, y me deje — miré a mi
hermano sonriendo — volveré a visitaros.— me despedí
débilmente con la mano desde la entrada intentando no hacer el ridículo y seguí
a mi hermano hasta entrar en el coche, mataríamos a dos pájaros de un tiro,
comeríamos por la zona de casa y así me dejaría allí de paso.
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