Cristina
esta noche pasaba de salir. No le había preguntado mucho el porqué pero lo
había respetado. Entendía lo que era ser nueva en un lugar y lo incómoda que te
puedes llegar a sentir.
Nos
encontramos con las demás en las puertas del gran edificio de aspecto marrón y
abandonado. Por la pinta que tenía no parecía ni de lejos un duplex, era cómo
una fábrica o nave abandonada con más de dos plantas. — Yo tampoco
esperaba esto —escuché a Sara y miré a los ventanales, la
mayoría algo rotos, seguro que por vandalismo en los que la luz se encendía y
se apagaba con diferentes tonos de color. No había duda que era allí, muchos
grupos pasaban y no hacían más que meter botellas y botellas.
—Todavía podemos irnos, está claro que esto está
para el arrastre, se nos caerá el suelo bajo los pies y moriremos todas — dijo Angie
—Por la
gracia de Dios, nuestro señor, padre de todos los pecadores, le rogamos que
pasemos una buena noche rodeada de paz, que nos libre del mal y de que se
desprenda el suelo, y que pongan canciones de la misa del padre Alfredo — se
consignó y miró al cielo.
—Angie como no te calles te lo tiro —se quitó el
zapato y le apuntó con el tacón.
—Señor ayuda esta infiel desamparada, líbrala del
mal, seguro que tiene al maligno metido dentro— rodamos
todas los ojos sabiendo de la afinidad por el cristianismo de nuestra amiga. —Creo que
tengo algo de agua bendita de la virgen de Guadalupe para expulsar todos los
males —sacó del
bolso una pequeña botella en forma de virgen y lanzó agua a Daira.
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