El ruido de
una ambulancia me desconcentró y la gente abalanzándose por salir o por tirar
cosas ilegales por la ventana me hizo perder de vista a Diego, que se le había
llevado toda una marea de gente. Mi vista se dirigió a la barra donde se encontraba
Carla y me impuse paso entre todo el gentío entre empujones que corría en
sentido contrario.
—Ven —tiró de mi mano y
me condujo por un pasillo sin luminosidad de paredes de cemento. La luz de una
bombilla me guio hasta una habitación, en ella se encontraba la bebida, los
hielos, los vasos y demás utensilios para sobrevivir a esta noche.
—¿Qué pasa?— era una habitación
pequeña, tanto que parecía casi un ascensor grande de hospital.
—Creo que dos chicos se han intoxicado porque les
han echado algo en la bebida — me explicó y
escuché gritos —Esperemos a que todo se calme un poco, sé lo
patosa que eres y de un empujón acabarías inconsciente, con una manada de
adolescentes hormonados pisoteándote y probablemente muerte —asentí
riéndome
—¿Y Ulisse?— pasó por mi
cabeza.
—Hoy tenía que irse pronto —comentó en
tono despreocupado y tragué saliva.
Un policía
entró en la sala. Por todos los dioses incluida Angie, Carla y yo nos miramos,
era alto, de pelo castaño, o eso creía, la gorra lo escondía, tenía unos labios
finos y de color rosado, estaba en plena forma .
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