—Voy al instituto, el de las a fueras, letras, ya
sabes —sonrió — Me gusta
el surf, el hockey y el voleibol, y bueno aquí se acaba mi aburrida vida.
Frunció el
cejo —No es
aburrida — me llevó la contraria —Yo no vivo
muy lejos del instituto de las a fueras— su voz me podía— Tengo dos
hermanos, pero mayores — me miró al dar el detalle —Como ves
trabajo de policía en el pueblo y no pagan mal, me mantengo — escuché mi
nombre por megafonía y me acompañó hasta la puerta.
Antes de
abrir la puerta dije: — Es interesante —sonrió.
Me quitaron
la tirita y me inspeccionó la herida —Los puntos que te
han dado están bien —anunció —Nada por lo que
preocuparse. — me puso otra clase de tirita aún más grande,
antes me había hecho daño ese insensible al despegármela. —Date cuenta
que sólo has recibido tres puntos, que no es nada alarmante ni preocupante— aclaró —Pero
necesitas reposo y descansar, claro. Tendrás que cuidártela, lavártele echarte
betadine y viceversa y en dos semanas vuelves a que te descosan y podrás seguir
con tu vida normal —escuché lo que decía el médico a Sam. Como si ese
chico fuese a cuidar de mí.
Salí del
box cansada y giré la vista para el otro pasillo. Dios, era Edgar. Me acerqué a
paso rápido y le miré la cara. Estaba irreconocible.
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