Listaa

lunes, 12 de octubre de 2015

Página 402.

Edgar, ¿qué te ha pasado? me miró débilmente, aún tenía sangre en la nariz. Sam se puso tras de mí.
Han sido tus hermanos dijo con un hilo de voz y me dejé caer de rodillas para tocarle con delicadeza la cara y acunarle con mi mano la mejilla.
Te dije que no salieras le recordé y dejó caer la cabeza hacia delante ¿Edgar?, ¿Edgar? no contestaba ¿¡Edgar?! ¡Por favor un médico! grité ¡Por favor! alguien tiró de mí y caí al suelo era su madre, me miraba con casi llamas en sus ojos.
Sam atinó a ayudarme y me levanté, se interpuso ante la mujer. Me estaba defendido. Una parte de mí estaba dando saltitos y palmas mientras la otra estaba muerta de miedo. Toqué mi cabeza. Otro golpe más. Suspiré y Sam me obligó a salir de allí mientras veía a un médico vestido de azul, iba a por Edgar y su madre descansaba arrodillaba ante él.
¿Tenías algo que ver con la pelea? dijo ahora un enfadado Sam.
No, de verdad, no sabía nada cambié su rostro.
Sé que me han dicho que necesitas reposo pero me veo obligado a que vengas a la comisaria conmigo  a contestar unas preguntas y a verificar si son ellos sacó unas esposas.
¿Estoy detenida? dije en tono de incredulidad.
Lo siento me empujó contra la puerta del coche colocando ambos brazos detrás de mi espalda y encerrándolos a cada uno con las esposas, me metió en la parte de atrás del coche esta vez Tiene el derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que diga puede y será usada en su contra en un tribunal de justicia. Tiene el derecho de hablar con un abogado. Si no puede pagar un abogado, se le asignará uno de oficio siguió hablando y yo no le escuché. Miré enfadada por la ventana tintada. Las esposas me estaban haciendo rozadura en las muñecas.
Menudo imbécil el policía. Este viaje sí puso la sirena. No me quejé, no me dirigí a él, no le escuché ni si quiera le miré.


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