No hacía
sol, es más, éramos los únicos que estábamos en la terraza aún con el metal de
las sillas congeladas impactando contra nuestra piel y el aire azotando fuerte
a las ramas de los árboles. Pero éramos él y yo, siempre sería así, extraño
para la gente que nos miraba rechazando nuestro comportamiento e igual de cómodo
y acogedor para nosotros. Supongo que si tengo que definir esta situación con
una palabra sería ; añoro.
—Entiendo
que no me llamases, incluso que no me dejases verte— cogí aire— Pero no que no
me enviases una mensajes con un simple estoy bien, o, por favor para de
llamarme— removí el café despacio
—Tienes
razón, toda la razón del mundo, y entiendo tu punto de vista— me señaló con la
mano abierta— No te escribí porque aún tenía el recuerdo de que te besé la
última vez que viniste a visitarme— cogí aire— No quería mandarte un mensaje de
nuevo si no era para hablar de aquello que tú evitaste tanto, no quería verte
de nuevo para llevarme un recuerdo de esa habitación poco agradable, o malo,
simplemente quería quedarme con ese recuerdo de esta estúpida y horrible etapa
de mi vida— admitió y bebió un buen trago— No te dije que parases de llamarme o
que me dejases en paz, porque realmente, no quería que parases de hacerlo, me
hacía bien saber que estabas en la sala de espera y que me llamases, al menos
sabía que pensabas en mí.
—Siempre
pienso en ti — dije casi interrumpiéndole y regañándome a mí misma por haber
soltado eso por mi boca. Él sonrió. —Edgar, me preocupaba por ti, no entendía
por qué llevabas casi 20 días ingresado por una simple pelea, normalmente son
tres los días que te quedas y exagerando, es más— me redacté confirmando que
estaba mal lo que había dicho para corregirme — Sigo sin entenderlo
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