Limpié mi
cara de agua y escupí otra que me había entrado en la boca, caminé hasta que
terminaron las rocas y salté de nuevo a la playa, que seguía apretando con
fuerza, demostrando que él era el fuerte aquí.
Creo que
estaba llorando, no puedo asegurarlo al cien por cien, era difícil, la lluvia
caía en mi cara y el agua del mar ayudaba a calarme cada segundo. Necesitaba un
descanso. Me estaba mareando. Me quité el abrigo y envolví la mochila con él no
permitiéndome que el agua llegase dentro de ella. Me tiré a la arena cerca de
la orilla siendo incapaz de dar más pasos. Y extendí los brazos tumbada de
largo en ella, estaba mojada, las olas hacían su vai-ven y cuando llegaban
hasta la orilla hacían a mis piernas desparecer, para luego volverlas a ver y
viceversa.
Miré al
cielo, y sentí algunas gotas caer directamente a mis ojos, así que tuve que
cerrarlos e intentar que mi respiración se calmase.
Estaba en
una blusa sin mangas, que me había puesto sabiendo con experiencia de estos
diecisiete días que en la biblioteca y en el hospital la calefacción estaba muy
alta y tendría calor. Ahora me arrepentí de eso.
No sé si me
quedé dormida, sólo sé que abrí los ojos después de un rato y estaba temblando.
Mi vista estaba nublada, tal vez me había desmayado, o sólo estaba llorando.
Estaba confusa, mi pelo lleno de arena, incluso mis pestañas tenía arena,
podría quedarme ahí, dejar que la arena me tape hasta cubrirme y morirme, que
alguien fuese a hacer un castillo de arena y me encontrase a mí. Sería
divertido ver sus caras.
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