Listaa

domingo, 18 de octubre de 2015

Página 460.

Subí cómo pude y no me preocupé cuando salté la valla y rasgó mi piel parte del alambre punzante que se encontraba en lo alto de esto.
Caminé por la hierba y extendí los brazos cuando llegué a la cima y al borde del acantilado. Mi acantilado. Cerré los ojos y respiré profundo. Si había algo mejor que un acantilado, era un acantilado lloviendo. Abrí los ojos para ver el espectáculo que me ofrecía la naturaleza en bandeja de plata y sonreí muy levemente. Caí al suelo de puro cansancio y me arrastré manchando mi ropa de barro hasta una de las piedras erosionadas que tapaban parcialmente el techo, y me protegían de la lluvia. No se podía ver el mar desde allí, pero no quería que sus cartas se mojasen. Me acurruqué como pude en el pequeño espacio y abrí la mochila.

Estaba nublado, y que tuviese un "techo" de piedra maciza no entraba en mis planes de luz ideal para leer. Pero arremetí con ello y busqué dentro hasta encontrar un gran montón de cartas unidas entre ellas con una cuerda a altura del centro, estaban enumeradas en la esquina superior y eso me facilitó las cosas. Tanteé hasta encontrar la primera y guardé las demás por miedo a perderlas. Abrí el sobre y saqué el papel. Su escritura ilegible estaba ante mis ojos y me alegré de tenerla de nuevo de cerca.

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