Caminé como
pude hasta mi mochila y me dejé caer derrotada. Guardé la carta mojada en una
carpeta extendiéndola para que no se rompiese.
Estaba
manchada de barro, hierra, sangre y mojada. Todo un desperdicio. Saqué el
portátil dispuesta a ver uno de sus CD's, pero al ver el reflejo de mi cara en
la pantalla me di hasta miedo.
Tenía la
barbilla completamente cubierta por una parte roja, que supongo que era piel,
como cuando te caes de una bicicleta y te quedas sin la primera capa de esta
misma.
Mi cara
pálida, mis labios rozando el color blanco y mi pelo desordenado, al unísono
que mis grandes ojeras debajo de mis ojos. Extendí las manos para verlas mejor
y sentir ahora de verdad el dolor, había estado tan ocupada en lo que sentía mi
corazón que me olvidé de lo físico, y realmente, yo ya no podía más. No con
esto. Cerré el ordenador asustada con mi propio reflejo y lo guardé en la
mochila.
No sé cómo
pasó. Sólo sé que después de eso, ya no vi más.
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